La Princesa Azul

Principe y Princesa Azul

Sé que este post me va a suponer más tiempo encontrarla, pues más de una «princesa» me va a retirar el saludo, pero qué cojones,

YO TAMBIÉN QUIERO ENCONTRAR A MI PRINCESA “AZUL”…

Érase una vez un Príncipe, llamado Oswaldo de Beckelar I, hijo heredero de un Rey advenedizo, muy autoritario y un poco moro… (le tenía muy controlado). Era de un reino muy cercano (tenía un piso a medias con el banco entre Chamartín y Chamberí…) que, todas las noches, se las pasaba soñando que llegaba a su vida una “Princesa» vestida de “azul”, en su flamante caballo blanco, un BMW 330i Cabrio…

Noche tras noche él, miraba a la Luna y a las estrellas… y les pedía a ambas (estrellas y Luna) que apareciera la mujer de su vida, de una vez y ¡PARA SIEMPRE!…
Se imaginaba que ella llegaba a su reino para rescatarle, para llevarle a algún lugar alejado de su padre, el Rey, que le tenía un poco hasta los huevos… Toda una vida de Príncipe que no le llenaba demasiado… ¡¡Aspiraba a más!!

Noche tras noche, él, se imaginaba salir de su reino, «cabalgando» al lado de su «Princesa azul”… Los dos a galope de sus flamantes caballos blancos, el 330 cabrio de ella y el Aston Martin que ella le había comprado recientemente… Previa firma de gananciales, pero cada uno a lomos del suyo…

Noche tras noche, él, soñaba, sentirse «Querido, Amado y Deseado» como nadie en éste mundo, por esa Princesa “azul” que le iba a dar toda la felicidad que él, tanto anhelaba… La que él sin duda merecía… Y con la que él soñaba tener 3 hijos, dos perros, un gato, un BMW X6 y una moto de campo, una casa en la Moraleja, poder viajar a los Alpes Suizos en invierno y tener dos casas de verano, una en Ibiza, en su playa favorita, y la otra en Marbella, cerca de la casa de su amiga la Duquesa de Alba… Otra, que tal baila… (perdón, es pregunta, ¡no afirmación!, es que justo ahora no me funcionan las teclas de interrogación… y no sé cómo baila…).

Él, se imaginaba que ambos iban a ser muy felices y que ella le iba a preparar la cena todas las noches y que después de cenar juntos, de que fregase los platos de la cena y sacase a los perros, se iban a sentar, abrazados, en el sofá a ver una película, y a mirarse el uno al otro con cara de agilipollados, hasta la hora de irse a la cama… para luego hacer el amor, apasionadamente, durante al menos una hora y media cada noche… ¡sin excepción!… Y a la mañana siguiente, levantarse, y tener el desayuno en la mesa de la cocina, preparado por ella, por supuesto… Pero con un poco de «pena» por no haber podido desayunar con la Princesa “azul”, ya que ella madrugaría bastante y se tendría que ir al trabajo un par de horas antes de que él se levantase… Al Príncipe, siempre, le esperaría un día muy duro…

Él, todos los días después de desayunar, alternaría clases de “Spinning” y de “Pilates”, con Padel y Kárate, profesoras particulares a domicilio, por supuesto, y… esperaría todas las mañanas, a eso de las 12, recibir un mensaje de su Princesa “azul” que dijera: “Amor, no puedo esperar a la hora de la comida, sin decirte lo mucho que Te Quiero y las ganas que tengo de llegar a casa y prepararte la comida, mientras tu sigues jugando a la Play Station… O ves la repetición del partido del Madrid de ayer… Espero que hayas disfrutado de tus clases particulares, y que te haya dado tiempo de ir a la peluquería e ir de compras un rato… Te quiero ¡¡TANNNNNTOOO!!…

(Joder, en realidad era un poco iluso, ¿no?. No hay mujer, ni princesa, que escriba un mensaje tan largo, ni de coña… pero bueno, ese es otro tema del que ya se me ocurrirá escribir algo otro día…)

Cada día, el Príncipe, se sentía más dichoso de haber encontrado, por fin, a su Princesa “azul”… y se imaginaba el mejor momento del día, (después de comer juntos), ese achuchón con final feliz en la hora de la siesta… ¡¡WOW!!, que dichoso y feliz era el Príncipe… ¿Pero como es posible que la haya encontrado?… A veces no me creo la suerte que he tenido, se decía a sí mismo el Príncipe, día tras día… noche tras noche… ¡Soy un Príncipe con mucha suerte!… Jaaaaa… ¡Papá, jódete!

Lo malo llegaría cuando, a veces, la Princesa “azul” tuviera que irse un poco antes, porque tuviera alguna reunión con su séquito y sus sirvientes, para ver como afrontaban la disminución de beneficios de su empresa, para que el Príncipe no se sintiera VENIDO A MENOS… Eso la Princesa “azul” no lo podría permitir… ¡Jamás!…

¡¡Ayyyy!!… Que se quedan sin siesta… ¿Y ahora que hacemos?… Pues… Dicho y hecho… A la cuarta que no hubo siesta, el Príncipe mandó a la Princesa “azul” a pasear con otro, porque Él no podía permitir que ella sustituyera la hora de la siesta por irse de reunioncillas con a saber quién, por el motivo que fuera, y sin importarle medio pimiento que, en realidad, era para intentar mantener el nivel de vida que ELLA LE HABIA PROMETIDO A SU AMADO PRÍNCIPE… ¡Que más da!, si el dinero en los cuentos de Princesas, o de Príncipes en éste caso, viene de herencia o cae del cielo, de las estrellas o de la Luna… ¿verdad?…

No sé si el cuento es más o menos así… Pero sinceramente, menos mal que mi padre no es Rey ni que yo soy Príncipe… Y que los cuentos, menos el de María Sarmiento, que sé de sobra que es verídico, el resto, no me creo ninguno… Soy de un listo…

Aún así, seguiré soñando que aparece mi Princesa “azul”… por mis huevos que ¡existe!.. ¡Lo sé!… Walt Disney me lo prometió…

Fdo.: Un Príncipe «Azul»
(mensajes por privado…)

4 comentarios en “La Princesa Azul

  1. Muy bueno. Las mujeres buscamos ese príncipe azul, y no nos damos cuenta de que nuestras expetativas no se van a cumplir porque sólo son historias de cuentos … menos mal que yo crecí con los cuentos que mi madre me contaba de Garbancito y la Bruja Piruja.

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  2. Yo pensaba … que el cuento terminaba cuando la princesa Azul quedaba embararada el principe estaba muy feliz … hasta que la amable princesa le dijera que el hijo que esperaba era del amigo que le acompañaba a las reuniones y se llamaria … siesta… jajajajaja

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